Llamamos al servicio de atención al cliente, y fué la única vez en toda la noche que nos atendieron. “Espere, que el cajero se tiene que actualizar”. Esperamos, y vemos por primera vez la opción de las entradas de héroes.
A la una estábamos sentados en el suelo del cajero las vecinas de kimito y yo, la madre de la niña salía a fumar. Kimito seguía pretando la pantalla del cajero y jurando en hebreo cada vez que salía la pantallita roja. “La operación ha sido cancelada por cuestiones técnicas”.
Gracias a la tecnología, sabíamos qué pasaba en los demás cajeros. Así se distribuyeron algunas leyendas urbanas como que ya se había vendido alguna entrada. Que las tiendas no podían vender entradas tampoco, o que no iban a levantar el sistema hasta las ocho de la mañana. Si la huelga de móviles apagados no tuvo éxito, ya sabemos por qué fue.
Al rato, fuimos a buscar provisiones. Una de las vecinas de kimito trajo cerveza, y yo agua y galletas. Después de vernos, la gente de fuera del cajero empezó a traer mantas, café y más cosas.
Llamé a mi primo Noks para preguntarle si había conseguido comprar entradas, y me dijo que estaba esperando en leyenda, y que le quedaba mucho.
A las dos, ya sólo quedaban unas diez personas fuera del cajero. Se acercó otro vecino de la casa de Kimito que venía cada hora para ver si había cambios.
Sobre las tres, me llamó mi primo porque no había conseguido entradas y se iba a otra tienda antes de que cerrasen. Fuera del cajero ya no había nadie y mi primo venía para llevarme a casa.
A las cuatro yo ya me había tomado dos cervezas y estábamos tan entretenidos entre nosotros que pasábamos del cajero. Y fue entonces, cuando kimito metió la tarjeta, siguió todos los pasos, indicó el número de entradas, confimó, esperamos… ¡¡Y nos imprimió un justificante con la compra de las entradas!!
Ya teníamos nuestras entradas, pero estábamos tan bien que nos quedamos un rato más. Mi primo llegó con su amigo Bodi y con calimotxo. Así que mientras kimito y él se iban a otro cajero a intentar imprimir las entradas, bodi y yo nos quedamos a beber.
Poco después, el cajero le imprimió dos entradas a las vecinas de kimito.
A las cuatro y cuarto empezó a venir gente que estaba haciendo ronda entre los cajeros. Nos contaban historias de cómo en algunos cajeros habían hecho listas, de que en otros se habían encerrado a jugar a la pocha, y que en otros estaban en plena fiesta.
A las cinco, y sin haber conseguido mis entradas impresas, fui a coger el bus para ir a mi camita a dormir. No tendría mis entradas físicamente, pero me lo había pasado en grande.